19 de febrero de 2012

GUÍA 2. LA APRECIACIÓN CINEMATOGRÁFICA


INSTITUCIÓN EDUCATIVA SANTANDER
PROYECTO “SÉPTIMO ARTE Y ALGO MÁS”
Apreciación cinematográfica
Para analizar una película se debe de tomar en consideración que a través de ella se nos cuentan historias por medio de imágenes y sonidos perceptibles por los sentidos (aspecto denotativo, o forma), pero también nos hace llegar las ideas de un director (o de un productor) a través de ciertos códigos que se descifran no con los sentidos, sino con la mente (aspecto connotativo, o contenido).
Lo anterior da lugar a las dos grandes vertientes de la apreciación cinematográfica: el análisis formal y el análisis de contenido.
Análisis formal
El espectador común elabora su juicio acerca de una cinta atendiendo solamente a lo agradable o desagradable de lo que vio y oyó en ella. Lo escaso de su preparación puede llevarlo a calificar de buena una película que incluyó en su elenco a uno de sus actores favoritos, o que tuvo una deslumbrante fotografía, espectaculares decorados y vestuario, o sorprendentes efectos visuales y sonoros, o un ritmo dinámico. Sin embargo, este simple análisis trasluce la ignorancia acerca de aspectos esenciales de la forma de un filme, y la sobrevaloración de otros poco importantes. En este sentido, conviene hacer una jerarquización de los elementos formales de una película, para lograr una apreciación más equitativa acerca de los componentes visuales y sonoros de un filme:
Elementos esenciales
1) Actuación. La labor de los actores y actrices es fundamental en casi todos los filmes (si exceptuamos el género documental), pues son ellos los que dan vida a los personajes de una historia. A pesar de tan evidente importancia, no faltan posturas encontradas al respecto de su relevancia: algunos directores ven al actor como elemento primordial para la expresión plena de sus ideas (incluso hay algunos realizadores que han encontrado su alter-ego en un actor, y recurren a él para la mayoría de sus filmes), mientras que otros lo consideran como un elemento secundario (son famosos en este sentido algunos directores que han utilizado a personas comunes y corrientes, sin formación histriónica, para interpretar los roles principales dentro de sus películas).
Independientemente de estos juicios de valor sobre los actores, lo cierto es que su función no pasa desapercibida, puesto que son el rostro y la voz de las películas y establecen una muy especial relación con el público, dando lugar a un juego de proyección e identificación. Para analizar su desempeño ante las cámaras, tenemos que tomar en cuenta las particulares características de la actuación cinematográfica.
El actor de cine no trabaja frente a un público, sino ante una cámara, que puede captar hasta la más mínima reacción en su rostro y por lo mismo no le permite la más mínima imperfección o duda. Lo anterior le da al actor varios problemas:
  • Al estar separado de su público, no puede relacionarse con algo para proyectar y ser creíble, por lo que sólo le resta ligarse totalmente con sus compañeros actores e identificarse con el personaje que encarna para comunicar algo con éxito.
  • Como no puede esconder ninguna de sus emociones, debe de encontrar el punto exacto de expresión en todas sus acciones, para no quedar limitado (subactuación) o extralimitarse (sobreactuación), defectos que lo llevarían a romper la ilusión de realidad que ofrece un filme de ficción.
  • El actor desempeña su papel fuera de secuencia, por razones de rapidez, economía y disponibilidad de locaciones: al no evolucionar siguiendo el orden marcado por el guión, debe de tener plena conciencia del tono dramático utilizado en tal o cual escena, para hacerlo coincidir con el de un fragmento filmado en ocasiones mucho después.
  • El actor labora ante las cámaras en tiempos muy fragmentados, de escasos segundos o minutos de duración, y por lo mismo es más difícil entrar en el papel.
  • El trabajo del actor puede ser redistribuido al momento de editar la cinta, de acuerdo a los requerimientos narrativos que puedan surgir en el momento del montaje.
De todas las exigencias anteriores se deduce que la labor histriónica en el cine no es nada sencilla, por lo que debe contar con las siguientes cualidades:
  • Prepararse a conciencia en diferentes técnicas actorales.
  • Contar con una gran cultura general.
  • Comprender de su personaje su psicología, el por qué de sus reacciones y su oficio o actividad.
  • Tener una voz bien timbrada, matizada y dueña de una dicción perfecta.
  • Armonizar las palabras con la figura y los gestos.
  • Tener un espíritu de comunicación con todo el equipo de filmación y un sentido desarrollado de la intuición, para saber exactamente qué es lo que el director requiere de él.
  • Contar con un amplio registro, es decir, la posibilidad de pasar de un tono dramático a otro con facilidad; también implica contar con la capacidad de poder reflejar una gran variedad de emociones y actitudes.
Conocer todas las características de la función del actor cinematográfico ayuda a detectar las virtudes de este elemento esencial en una película, así como sus errores: un miscast (elección equivocada de un actor para determinado papel) o la diferencia entre un actor y una estrella (más caracterizada por su atractivo físico, personalidad, presencia escénica y arraigo popular que por sus dotes histriónicas).
2) Guión: No es literatura y tampoco cine; en realidad, es ambas cosas en potencia, pues su proceso de elaboración atiende a la naturaleza de ambas artes. Su creación de da a través de cinco etapas:
  • Idea: Puede ser original o tomada de otro medio (teatro, televisión, ópera, cómic, novela).
  • Sinopsis o argumento: Se destaca lo esencial, ofreciendo un planteamiento claro acerca de la totalidad de la historia y su contenido. Se trata, pues, de una narración sintetizada, no detallada.
  • Tratamiento: Se establecen y describen las secuencias una a una, siguiendo el orden cronológico en el que se presentarán. Asimismo, se comienza a visualizar la narración, buscando los elementos necesarios (personajes, objetos y situaciones) que contribuyan a denotar y connotar el significado y la expresividad de la imagen cinematográfica.
  • Guión literario: Es la narración ordenada de la historia, incluyendo los diálogos y la acción, pero que no especifica ninguna indicación técnica. En este punto el texto ya no debe prevalecer sobre la imagen.
La redacción de un guión literario debe de cumplir con algunas características básicas:
  • Nunca debe hacerse referencia a una acción que no va a suceder después.
  • Se debe recurrir a las palabras sólo para explicar aquello que no puede entenderse ni con la acción ni con la caracterización de un personaje.
  • Se debe suprimir todo lo que no sea necesario.
  • Conviene no explicar con palabras el pensamiento de un personaje, sino que éste hable por sí mismo.
  • El ritmo de la acción no debe decaer y mucho menos retroceder.
  • No se debe de conceder más espacio del necesario a la acción y los personajes.
  • Se sugiere justificar la inclusión de algo inesperado.
  • Los diálogos no deben adueñarse de la narración (pues se convertiría a la película en un simple teatro filmado); deben limitarse a completar la acción y a explicar y caracterizar al personaje.
  • En lo que se refiere al estilo de redacción, debe de ser: claro, conciso, sencillo, natural y, sobre todo, original
  • Guión cinematográfico: Agrega a los elementos del guión literario las especificaciones acerca de planos, ángulos, movimientos de personajes y de cámara, sonidos incidentales, música, etc., y estructura las escenas y secuencias. Puede apoyarse en un story-board, una serie de dibujos estilo tira cómica que reflejan visualmente todos los elementos descritos.
Para juzgar un guión hay que atender fundamentalmente a su capacidad de transmitir nuevas y vigorosas ideas, no importando demasiado el que narre un hecho ya abordado con anterioridad. Lo importante es que rehuya a las convenciones narrativas y resoluciones preestablecidas que tanto caracterizan al cine comercial: reciclaje de ideas exitosas, inclusión forzosa de un final feliz, escenas paralelas tensionantes con su correspondiente final de último minuto y personajes muy cuadrados (estereotipos) o maniqueos, sin aristas emocionales.
3) Edición: Es uno de los renglones más ignorados por el público, pero a la vez es un proceso clave para dotar de personalidad a un filme. Se trata de la única disciplina exclusiva del cine, pues no hay nada parecido en ningún otro arte. En su expresión más simple, consiste en reunir las tomas filmadas, pegarlas en un orden comprensible de acuerdo a una continuidad o progresión dramática, quitar lo que sobra y conferir a la estructura narrativa un ritmo adecuado. El ritmo es la cadencia producida por el montaje, según la diversa longitud de los fragmentos montados. Tiene cuatro variantes:
  • Ritmo analítico: Numerosos planos largos.
  • Ritmo sintético: Numerosos planos cortos.
  • Ritmo arrítmico: Planos cortos y largos, que al alternarse con brusquedad producen sorpresa.
  • Ritmo in crescendo: Planos cada vez más cortos para incrementar la tensión, o cada vez más largos para provocar relajamiento
Por desgracia, el espectador común califica a una película de divertida o aburrida en proporción directa a su rapidez o lentitud, sin reflexionar en que las cinta deben de tener el ritmo que le corresponde a su temática.
Por otro lado, la edición no sólo es importante por su capacidad de establecer un ritmo, sino porque posibilita un proceso de construcción y de trabajo con el material filmado, para crear significados no previstos. En este sentido, tenemos dos diferentes tipos de edición:
  • Transparente: El espectador no la percibe porque no agrega un nuevo significado.
  • Armada: Manipula el tiempo y el espacio, por lo que no sigue un orden narrativo lineal y obliga a la audiencia a descubrir yuxtaposiciones que ofrecen nuevos conceptos. Este tipo de edición no es incoherente, como muchos opinan: por el contrario, permite al público el acceso a más puntos de vista, obtener emociones más profundas y participar de más acciones en forma simultánea. Lo que sí es cierto es que la edición armada exige mayor participación intelectual para descubrir en tan peculiar estructura las sugerencias que el director envía: de esta forma, el proceso de comunicación a través de un filme se vuelve más completo, porque el espectador abandona su postura pasiva e interactúa más con la película.
Elementos intermedios
En este apartado se consideran los elementos que refuerzan la comunicación y expresión artística a través de una cinta, pero que de ninguna manera son definitivos para evaluar la trascendencia final de la misma.
1) Fotografía: Es la responsable directa de la calidad visual de una película. Utiliza lentes, filtros, luces y dispositivos especiales para su función. Sus virtudes deben de juzgarse de acuerdo a la creatividad y equilibrio vertidos en la iluminación (elemento esencial de la imagen), el color y la composición del encuadre (elementos integrantes de la imagen). Se debe de considerar al director de fotografía como un artista de la luz, catalizador de las mejores cualidades de un pintor. Su labor no se limita a capturar llamativos paisajes (como frecuentemente el espectador la interpreta y por ende la califica), sino a crear atmósferas y tonos dramáticos tanto en interiores como en exteriores para reforzar la concepción del director.
2) Dirección de arte: También conocida como diseño de producción, esta categoría engloba todo lo que es escenografía, vestuario, decoración, maquillaje y utilería, todos ellos aspectos muy importantes para la unidad visual de una película, así como para su ambientación y su verosimilitud.
La escenografía, la decoración y la utilería se juzgan de acuerdo a qué tanto se adecuan a la historia, tendencias arquitectónicas, escultóricas y pictóricas de la época y lugar en la que se desarrolla la historia.
En lo que respecta al vestuario, también debe observar una adecuación histórica y estilística con el guión, pues cumple con el cometido de ayudar al público a olvidar que está contemplando a un actor. El maquillaje, por su lado, debe de caracterizar correctamente y con naturalidad a los personajes; esta caracterización es más importante cuando en el filme transcurre mucho tiempo o bien cuando los maquillajes son demasiado drásticos (rostros desfigurados, seres fantásticos).
3) Música: Es un eficaz apoyo emocional, pues es capaz de crear atmósferas, establecer tonos dramáticos y proporcionar cierto ritmo. Es tan eficaz, que en ocasiones le hace ver o sentir al espectador cosas inexistentes en la pantalla. Para musicalizar un filme puede crearse una partitura original o adaptar una ya existente; en ambos casos, se debe de vigilar una estrecha concordancia entre la estructura musical y narrativa. La música en el cine se juzga de acuerdo a los parámetros universales de la apreciación musical (armonía, ritmo, etc.), pero atendiendo además a la función que realiza dentro de un filme: la adecuación de las notas a las acciones es un mérito esencial. Desgraciadamente el cine comercial tiende a la utilización de partituras monotemáticas y espectaculares, creadas para despertar en la audiencia emociones banales y tramposas a través de ciertas instrumentaciones y manipulación de volúmenes, que sólo pueden detectarse con una desarrollada cultura musical. También es criticable la música de las películas de moda, que sólo reúne varias piezas musicales de los cantantes más exitosos para poder vender después el soundtrack oficial de la cinta.
4) Sonido: Es la voz de la película y engloba a los diálogos, efectos incidentales y música. Su importancia radica en que se constituye como un apoyo expresivo no sólo para la imagen, sino para toda la línea narrativa. Puede editarse en forma similar al elemento visual.
Elementos accesorios
Los menos necesarios para la realización de un filme: efectos sonoros y visuales. Sin embargo, con el exponencial desarrollo de la tecnología cinematográfica de los últimos tiempos, estos trucajes han pasado a ocupar un sitio de primerísima importancia en las motivaciones de la audiencia. Al respecto se debe de aclarar que este tipo de recursos son meros apoyos para verosimilitud de un filme: si se les toma como objetivo esencial, se estará hablando de una devaluación del arte cinematográfico en aras de ofrecer un espectáculo circense. Una obra que abusa del uso de tales efectos, o que sustenta su trascendencia únicamente en ellos, por lo general revela grandes carencias en lo que respecta a los elementos formales verdaderamente importantes.
Análisis de contenido
Descifrar todos los significados de una película implica un análisis de lo que ésta dice y cómo lo dice. Atendiendo a ello, el análisis de contenido debe de partir del entendimiento pleno sobre el tipo de película que se ve, lo que nos lleva a hablar, en primera instancia, de los llamados géneros cinematográficos.
Los géneros cinematográficos
Un género es un grupo o categoría que reúne obras similares; esta similitud deriva de compartir una serie de elementos formales y de contenido. Hay tres clasificaciones posibles para englobar a plenitud todas sus variantes:
Géneros fundamentales
Jerarquizan las obras cinematográficas de acuerdo a su aproximación a la realidad:
Documental: Es el género más real de todos, a pesar de que su realización implica una postura previa del director ante el hecho retratado, lo que se refleja en los variables tiempos de filmación dedicados a las partes involucradas en el problema filmado, tal o cual ubicación de la cámara, determinado encuadre, etc. Su valor radica precisamente en la objetividad del realizador en su interpretación del mundo.
Docudrama: Es similar al documental, aunque se basa en una representación actuada de hechos reales.
Realismo: Utiliza personajes y situaciones ficticias, pero que en todo momento intentan recrear lo verdadero, lo que realmente acontece o ha acontecido en la realidad, sin adornos o tergiversaciones.
Ficción: Es el género más explotado por el cine, pues posee todos los ingredientes necesarios para fabricar un panorama ilusorio, con el que las audiencias se identifican plenamente. A pesar de que intenta basarse en la realidad, la finge o representa con argumentos que siguen una línea trazada por el director a su conveniencia, que se ayuda además de una estilización de la imagen cinematográfica. Se juzga ya no sólo por su correspondencia con al realidad, sino por la brillantez y compromiso de su tratamiento.
Fantasía: Sus argumentos ya no son reales: en el mejor de los casos los hechos retratados podían llegar a suceder, o de plano no suceder nunca. Sus mayores méritos radican en una paradoja: crear ilusiones lo más verosímiles posible. Engloba tres categorías:
  • Ciencia-ficción: Su finalidad es imaginar un mundo futuro, frecuentemente hipertecnologizado.
  • Horror: Busca provocar en el espectador una alteración que va de la intranquilidad al miedo, provocada por la aparición de fenómenos naturales (ofrece la variante del horror psicológico, que puede ubicarse en un contexto real).
  • De capa y espada: Recrea fábulas o leyendas.
5) Surrealismo: Desaparece por completo el contacto con la realidad, pues se trata de retratar las extrañas y perturbadoras imágenes que habitan el subconsciente. Su valor radica en la lucidez e imaginación que el director invierta en la recreación de ese mundo sin reglas ni dimensiones establecidas.
Géneros temáticos
Clasifican a las películas de acuerdo a su contenido esencial o tema; las variantes son muchas, y podemos mencionar las siguientes:
  • De aventuras.
  • De acción.
  • Biográficas.
  • Infantiles.
  • Cómicas.
  • Policiacas.
  • De suspenso (o thrillers).
De género negro (o film noir) (su temática es similar a las películas policiacas, pero sus protagonistas centrales no son los representantes de la ley, sino los delincuentes, generalmente en un ambiente oscuro y opresivo).
Musicales (no son sólo aquellas cintas que incluyen una partitura extensa o narran la vida de músicos y bailarines famosos, sino más bien todas las cintas que tienen a la música y el baile como protagonistas principales o con directa intervención en la narrativa).
  • De leyenda.
  • Históricas.
  • De horror.
  • De misterio.
  • Operísticas (trasladan a la pantalla grande obras del bel canto, modificando su estructura teatral).
  • Políticas (exponen a un personaje, sistema o gobierno, cuestionando sus reglamentos y conductas a partir de las repercusiones que tienen).
  • De temas carcelarios.
  • Religiosas (no sólo incluyen a personajes y anécdotas salidos de textos sagrados, sino valores y conceptos religiosos y la necesidad o tensión de la presencia divina).
  • Románticas.
  • De ciencia-ficción.
  • Deportivas.
  • De espionaje.
  • Bélicas (No sólo ubican, describen y desarrollan situaciones propias de la guerra, sino también historias que se abocan al profundo análisis de ella, aunque no la representen en pantalla).

  • “De vaqueros” (o westerns) (delimitan su acción, tanto en lo geográfico como en el contenido, en torno a la “conquista del oeste” norteamericano, en el siglo XIX).
  • De género cotidiano u ordinario (retrata situaciones de la vida diaria que podrían sucederle a cualquier persona).

  • Épicas (narra sucesos heroicos, con énfasis en la batalla entre el bien y el mal).
  • De carretera (road movies) (incluyen un viaje que se desarrolla a la par de un cambio en el interior de los protagonistas).
Géneros tonales
Esta última clasificación de los géneros cinematográficos mide la densidad dramática de un filme, se acuerdo a cuatro clasificaciones:
1) Comedia: Se desenvuelve en una atmósfera de amabilidad y cotidianeidad, en la búsqueda de resultados optimistas. Presenta varias modalidades o subgéneros:
  • Comedia física o slapstick.
  • Comedia romántica.
  • Comedia loca o screwball.
  • Comedia costumbrista.
  • Comedia satírica (ridiculiza a personajes o acontecimientos).

  • Comedia negra (presenta situaciones graciosas que en la realidad serían desagradables o trágicas).
  • Comedia paródica (imita con burla a un género cinematográfico).
  • Comedia absurda.
De la comedia debe esperarse que, a pesar de su amabilidad, sea capaz de ofrecer una propuesta coherente sobre la situación planteada; además, debe de ser lo suficientemente ingeniosa para no recurrir a bufonerías o chistes fáciles para forzar la risa del auditorio.
2) Melodrama: Se construye en torno de conflictos sentimentales a la larga superables; apelando más al corazón que al cerebro. Por lo mismo, son bastante frecuentes las situaciones excesivamente endulzadas cuyo final tiende a la compasión y el sentimentalismo hacia personajes fuertemente idealizados. Así, para hacer un buen melodrama, su director, además de dirigirse a las emociones de su público, deberá procurar la sobriedad y la inteligencia en su planteamiento.
3) Drama: Trata de problemas muy serios que marcan la existencia de quienes los viven.
4) Tragedia: Los personajes luchan contra situaciones límite en las que ronda la fatalidad y el desenlace es oscuro, pesimista y opresivo. Este género, así como el drama, debe construirse con base en un análisis sincero de los más profundos problemas del ser humano, y no fabricando éstos de la nada con base en truculencias, sordidez y escándalos, como es moda entre algunos realizadores contemporáneos.
Cabe hacer dos aclaraciones con respecto a los géneros (fundamentales, temáticos y tonales): en primer lugar, no existen los géneros puros, puesto que en la generalidad de los casos el contenido de las películas es una mezcla más o menos compleja de varios de ellos; en segundo lugar, la apreciación de una cinta no debe basarse en qué tanto se respetan las convenciones, sino en su capacidad de cuestionarlas y renovarlas continuamente.

El contenido
El contenido de una película es el conjunto de ideas, apreciaciones, posturas y valores vertidos por un director (o por un productor, que muchas veces impone sus ideas y reduce al realizador a la categoría de artesano) a lo largo de su obra. Este contenido es connotado a través de la imagen cinematográfica, y sólo puede descifrarse a través de un profundo sentido de observación, intuición y análisis.
La importancia de cualquier filme corresponde en gran medida a lo valioso de su contenido: es más fácil encontrar una cinta de excelencia integrada por un rico contenido y pocos recursos formales, que hallar una buena película magníficamente realizada pero carente de conceptos inteligentes.
La evaluación del contenido se realiza de acuerdo a dos parámetros. En primer lugar, se cuantifican y juzgan las lecturas o niveles de comprensión que es posible rescatar de un filme: mientras mayor, más diversificado, completo y lúcido sea el contenido del mismo, se podrá hablar de un director que conoce a fondo al ser humano y que es capaz de encontrar múltiples aristas en su comportamiento. En segundo término hay que observar la objetividad y los valores que el realizador vierte en su obra a través de tres tipos de contenido:
1) Contenido ideológico: Resume las lecturas de corte histórico, filosófico, político y sociológico de una obra cinematográfica. Para calificarlo es necesario descubrir la tendencia ideológica del director, su conocimiento de la historia, su postura ante ella y su enfoque sobre la función y finalidad de la sociedad. Debe de ser veraz y profundamente objetivo, para ayudar al espectador a entender su importancia y función en la sociedad y a comprender los  porqué del hombre y del mundo. No debe de ser instrumento de cooptación, enajenación, propaganda o mitificación, y su perspectiva debe de ser, ante todo, humanista.
2) Contenido psicológico: Se refiere al retrato que hace el director de la [[mente] y la conducta humana. Por encima de teorías mecanicistas y materialistas, el realizador debe concebir al hombre como una síntesis de cuerpo y espíritu, dotado de inteligencia, sentimientos y apetitos, para ofrecer un trazo completo acerca de la personalidad y las motivaciones del individuo. Son criticables las posturas maniqueas que conciben a la persona como el resultado de la influencia total de uno sólo de sus polos.
3) Contenido moral: El cine no debe de olvidarse de la realidad moral del hombre, pues éste actúa de acuerdo a una bien determinada jerarquía de valores, siempre tratando de ajustar su comportamiento a dicha escala. Por lo anterior, se hace necesario un análisis del cine y sus implicaciones morales en el espectador. Se debe aclarar, en primera instancia, que lo moral o inmoral del cine depende del uso que de él haga el hombre. La censura tiende con frecuencia a atacar una cinta por lo que se ve en ella, sin comprender la finalidad de la misma. Muchas películas denuncian y condenan la desintegración moral de la humanidad, y en consecuencia sus imágenes tienden a ser poco amables. Ante ellas, la sociedad no pocas veces se siente agredida, sin atender a que su enojo parte de verse retratada con tan poca complacencia en la pantalla. Es por ello que debe de prevalecer en el espectador una disposición a la autocrítica, para aceptar que en ocasiones los filmes contengan imágenes desagradables que lo confrontan a una realidad que por lo general no marcha muy bien.
Sin embargo, la provocación a través de imágenes no siempre es utilizada en forma correcta. Es cada vez más frecuente la inclusión de sexualidad explícita, violencia desmedida y lenguaje procaz en las pantallas, amparados bajo la sospechosa bandera de la libertad. En este sentido, el espectador capacitado en la correcta apreciación cinematográfica debe criticar y denunciar el sensacionalismo morboso de un director más preocupado por fabricar escándalos (muy atractivos en taquilla), reduciendo al hombre a la elementalidad de los primates, que por vigilar el valor artístico y conceptual de un filme.
De todo lo anterior se desprende que el valor moral de una cinta dependerá del compromiso del director con la defensa de los valores más trascendentales del hombre. Para ser más eficaz en esta tarea, el realizador deberá sustituir la explicitud con la sugerencia, porque el espectador se sentirá más motivado a involucrarse con una historia que estimule su imaginación por encima de sus sentidos.
La labor del director
Aunque un rodaje es el resultado de la interacción de cientos de personas, el valor formal y de contenido de una cinta depende esencialmente de una sola persona: el director. Es él quien firma la obra con su estilo y personalidad, al coordinar y armonizar el trabajo de todos los artistas y técnicos involucrados en la producción.
El director no siempre ha podido ser el responsable definitivo de una película, puesto que los intereses económicos de la industria cinematográfica con frecuencia se le contraponen, mutilando partes de su obra o imprimiéndole parámetros en su elaboración. Sin embargo, fuera del panorama fílmico comercial, los realizadores siempre han sido muy respetados y se les ha conferido sin reservas el rango de artistas.
El aprecio por su tarea alcanzó un grado máximo en los años 50, con la aparición de una teoría cinematográfica llamada política del autor, la cual afirma que un verdadero director debe de tener un estilo tan personal e identificable como su letra, imprimiendo su sello aún a los proyectos que le son ajenos.
El autor sobrepasa al simple director al no ser solamente el personaje que conjunta elementos formales y de contenido, sino que además imprime algo de su personalidad a la obra. Al ser el factor personal un estándar de referencia en su creación artística, se asume que mantendrá e incluso progresará en filmes posteriores.
La personalidad y el estilo de un director tienen varios elementos a consideración:
  • Los asuntos y temas que gusta de tratar y el punto de vista para mostrarlos (acordes a su filosofía e intereses).
  • La estructura del guión (las similitudes entre uno y otro revelan el abordaje o tipo de tratamiento que el director prefiere para sus historias).
  • La manera en que crea sus imágenes (composición, qué tipo de iluminación prefiere, cómo mueve la cámara, etc.).
  • El tipo de actuaciones que demanda de sus intérpretes (que reflejan más la sensibilidad del director que los gustos y maneras del actor).
  • El tono o temperamento de la edición (en cuanto al paso, cadencia y ritmo de la película).

Resulta de gran importancia revalorar la participación de un
director dentro de una cinta, puesto que una de las características más preocupantes del espectador común es su ignorancia acerca de la labor y trascendencia del realizador; por lo tanto, ya no busca en una película a su creador, artista y emisor, sino simplemente un mensaje anónimo que lo distraiga y entretenga, lo que impide el flujo recíproco de ideas entre el emisor y el receptor y, por lo tanto, la verdadera comunicación a través del cine.
Integración del análisis fílmico
Después de analizar la forma y el contenido de una obra cinematográfica, surge la necesidad de elaborar un juicio final que la descalifique o apruebe. Para ello es necesario tomar en consideración, por principio de cuentas, la inconveniencia de elaborar un dictamen maniqueo: al ser perfectible la naturaleza del hombre (y, por lo tanto, la de sus obras), es imposible encontrar una película impecable en su totalidad, aunque en el otro extremo sí es viable la existencia de cintas completamente vacías (por ejemplo, las provenientes del subgénero pornográfico).
El juicio calificativo de una película constituye la síntesis cinematográfica, consecuencia del análisis previo de todos sus elementos integrantes. Para lograrla se debe establecer una correlación estrecha entre la forma y el contenido de un filme: ¿cuáles son las virtudes de sus imágenes cinematográficas? ¿Existe en ellas suficiente creatividad y originalidad? ¿Cómo las utiliza el director para comunicarnos sus pensamientos? ¿Ofrece la posibilidad de descifrarlos? ¿No existen contradicciones entre la forma y el contenido? ¿La postura del director procura siempre ser objetiva? ¿Es coherente y verosímil? ¿Aporta nuevos elementos para una interpretación trascendente del hombre y el mundo?
Las preguntas pueden ser muy variadas, porque cada película establece diferentes exigencias para su apreciación. No es posible pretender, por ejemplo, que un musical y una tragedia contengan el mismo grado de introspección, o bien que un filme de gran industria y otro de manufactura independiente cuenten con los mismos recursos formales. A este problema se enfrentan los jurados de certámenes y festivales cinematográficos, al tener en sus manos un sinfín de filmes diferentes y el deber de decidir cuál de todos ellos es el mejor. Para encontrar ese punto que equilibre los juicios es necesario hablar de dos cualidades universales que deben de buscarse en cualquier película, sin importar su origen o recursos invertidos: en el aspecto formal, la capacidad de crear por encima de todas las limitaciones técnicas y económicas, haciendo uso del arte y la imaginación; en el lado del contenido, la actitud propositiva del director.
En este último aspecto encontramos un viejo cliché del espectador común, que distorsiona la posibilidad de una apreciación cinematográfica certera: la película debe de tener mensaje. Pero éste resulta ser, con frecuencia, una simple moraleja aleccionadora, de carácter paternalista, que no pocas veces se obtiene en base a forzar la estructura del argumento. El espectador la percibe y sale del cine muy contento, sabedor de que en este mundo todos los malvados reciben su castigo tarde o temprano, que la bondad es lo único necesario para lograr que la felicidad llegue, y que éstas son las únicas reglas que gobiernan al mundo. Pero estas filosofías tan simples no le sirven de nada, porque al regresar al mundo real se da cuenta de que éste es demasiado complejo, con muy poca relación con el idílico paraíso de la pantalla mágica, en la que reinan el amor y la justicia.
Por lo tanto, se debe de sustituir la noción de mensaje por la de propuesta, que ofrece una perspectiva menos complaciente. La propuesta no es una simple moraleja: es un conjunto de ideas y posturas de un director que obligan al espectador no a asumirlas como valores supremos de verdad, sino a razonar sobre su contenido; se presentan no como conclusiones, sino como meros principios de reflexión que ayudarán al espectador a confrontarse a sí mismo para dar a luz a su interpretación individual del hombre y del mundo.
En este sentido hay que hacer hincapié en una exageración inconveniente: considerar al cine como el único dueño de la verdad. Con frecuencia los estudiantes se la pasan viendo películas, en lugar de salir a vivir la vida. Por eso sus puntos de vista están determinados por referencias cinematográficas, y no por la realidad. En este sentido nunca hay que olvidar que una película no es más que una interpretación del mundo, importante punto de referencia para analizarlo, pero no un sustituto de la existencia.
¿Cómo escoger una buena película?
Con frecuencia nos enfrentamos a la cartelera del periódico y encontramos decenas de opciones. Pero... ¿Cómo escoger una que realmente resulte interesante, y a la hora de la verdad no nos decepcione? Es difícil. No hay nada que nos garantice que la película resultará al menos aceptable, aunque hay tres parámetros que nos pueden ayudar en nuestra elección:
1) El director. Como ya se ha visto, el director es la persona más importante en la realización de una cinta, puesto que él tiene la responsabilidad del manejo de la forma y el contenido. De esta forma, su nombre se convierte en la mejor garantía de la excelencia o deficiencia de su obra. Sin embargo, recordemos que nadie es infalible: un realizador de decenas de estupendos largometrajes puede sufrir un traspié, e incluso un director caracterizado por lo defectuoso o poco interesante de su filmografía puede sorprender de repente con una buena obra. Aún más: ¿Cómo podemos saber de la calidad de la ópera prima de un debutante, o de la película de un director desconocido?
2) La crítica: La crítica especializada emite juicios sobre películas para ayudar al público a entender lo que ve en los cines. Sus opiniones resultan una guía importante, pero siempre y cuando el crítico cuente con una probada experiencia, trayectoria y reconocimiento en el mundo de la apreciación cinematográfica. Por lo general los mejores críticos ofrecen sus servicios a las revistas de cine de más prestigio y a los periódicos más influyentes a nivel nacional e internacional. Sin embargo, sus apreciaciones no siempre son infalibles: a veces, sin quererlo, sobreponen su punto de vista muy personal a la objetividad que supuestamente deben buscar, e incluso hay ocasiones en que dos críticos tienen puntos de vista encontrados al respecto de una misma obra.
3) Los premios: Los galardones conseguidos por una cinta en certámenes o festivales especializados también son un buen parámetro, pero a la vez se encuentran envueltos no pocas veces en la polémica. Para evitar errores hay que definir, en primer lugar, cuáles son los premios más serios e influyentes.
El Oscar, otorgado por la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de Hollywood, es el premio más conocido e influyente a nivel mundial. Sin embargo, los destinatarios de esta estatuilla son elegidos no sólo por su excelencia, sino también por las presiones de diversos intereses de la Meca del Cine, lo cual le resta mucha confiabilidad al proceso. Existen además otros premios relacionados con la entrega del Oscar, como el Globo de Oro concedido por la Asociación de la Prensa Extranjera en Hollywood, sospechosa de malos manejos, y diversos premios otorgados por asociaciones de críticos y directores de Estados Unidos, por lo general son más respetables.
En lo que respecta a los festivales, hay que decir que año con año se desarrollan decenas de ellos a lo largo y ancho del globo. Tales eventos se preparan de la siguiente manera: su consejo administrativo designa a un jurado, generalmente constituido por prestigiadas personalidades relacionadas con el séptimo arte, y se realiza una selección de aproximadamente veinte cintas de entre varios cientos de candidatas para constituir la llamada sección oficial, que reúne a las obras en competencia. Este proceso garantiza la calidad de los filmes en concurso, aunque no todos los festivales logran armar buenas selecciones. Destacan como los cuatro festivales más importantes del mundo: Berlín (Alemania), Cannes (Francia), Venecia (Italia) y San Sebastián (España), además de algunos en constante crecimiento, como el festival de cine independiente de Sundance (Estados Unidos).
Finalmente podemos mencionar que muchos países llevan a cabo una entrega nacional de premios (por ejemplo, los Goyas de España, los Césares de Francia, los BAFTA de Reino Unido, los David de Italia, los ya analizados Óscares de Estados Unidos, los Arieles de México, etc.) cuyo valor es directamente proporcional a la buena salud de la que gocen sus respectivas industrias fílmicas.
Hay que aclarar que, en lo que se refiere a los premios, las decisiones equivocadas y polémicas son cosa de todos los días, incluso en los festivales más importantes, ya que los jurados están compuestos por hombres y mujeres que son tan proclives al error como cualquier ser humano. Sin embargo, en muchas ocasiones los resultados son más que aceptables.
Analizados estos tres parámetros para la elección de una cinta, hay que reafirmar lo ya dicho: ni los directores, ni los críticos ni los premios son infalibles, aunque cuando las opiniones de los tres apuntan favorablemente hacia una película, es muy probable que estemos ante una obra digna de verse.
Bibliografía
  • GARCÍA Tsao, Leonardo Cómo acercarse al cine Editorial Limusa
  • NAIME Padua, Alfredo El cine: 195 respuestas UIA, Plantel Golfo-Centro
  • NAVARRO, Joaquín. El mundo del cine Editorial Océano
  • PLATT, Richard El cine Editorial Altea
·         POSADA, Pablo Humberto y NAIME Padua, Alfredo. Apreciación de cine Alhambra Mexicana
  • DELFÍN Espinosa, Enrique Foro cinematográfico Tesis profesional (UPAEP)

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